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Transexuales: la cara más frágil de Brasil

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Cuando nació hace 25 años le llamaron Claudio da Silva, pero hacía mucho tiempo que todos en su barrio de Río de Janeiro la conocían como Piu. Su pasión era sambear y su sueño ser reina de batería de la escuela de samba Beija-Flor, de la que ya formaba parte como bailarina. Nunca se perdía un ensayo. Por eso, cuando no acudió a uno de los más importantes -los últimos antes de debutar en el sambódromo con el incio del Carnaval- sus compañeros se extrañaron. Poco después aparecía con evidentes signos de tortura y seis tiros en el cuerpo. Piu ha sido uno de los últimos transexuales asesinados en Brasil, el país con mayor número de crímenes contra transexuales y homosexuales.

La bailarina habría sido un número más en las estadísticas -desde su muerte han asesinado a otras cuatro- si no fuera porque formaba parte de una de las escuelas de samba más importantes – Beija-Flor ha ganado 12 veces la competición que se celebra en el sambódromo- y porque el crimen se ha cometido cuando el Carnaval está a punto de dar su pistoletazo de salida. Algunos de los miembros del gran grupo carnavalesco decidieron pedir justicia para Piu durante los últimos ensayos técnicos sumando a los impresionantes trajes una pulsera negra. Con este gesto, llegaba a la fiesta más famosa de Brasil uno de sus problemas más desconocidos.

«Ya pegué un carrerón. ¿Sabes lo qué es? Cuando te persiguen varias personas con un palo para pegarte una paliza. Menos mal que me ayudaron y me salvé. Otras veces, no me quisieron pagar o me robaron. Pero bueno, dificultades que ya superé; la vida no son sólo flores, también tiene espinas». Habla Luana Soares -nombre social, porque el otro, el de nacimiento, no lo usa ya-, una transexual de casi dos metros de altura pero con una feminidad que a veces hace olvidar al que la mira que nació hombre hace casi 42 años.

Luana trabaja en una peluquería en el centro de São Paulo, muy cerca de la Praça da República, donde otras transexuales ejercen la prostitución durante el día y la noche. Para ella, que también «hizo la calle» hace mucho tiempo, los malos tratos que recibió tuvieron más que ver «con esa parte podrida que tiene la noche y la calle» que con su condición sexual. Sin embargo, las cifras reflejan otra realidad. Según el último informe del Grupo Gay de Bahía (GGB) -el más antiguo del país-, en 2014 fueron documentadas 326 muertes de gais, lesbianas y transexuales en Brasil, lo que supone un asesinato cada 27 horas.

La prostitución como única salida

No sólo los números resultan escalofriantes, el 50% de los casos de personas transexuales asesinadas en el mundo ocurren en Brasil, sino también la forma en la que son asesinados. Piu sufrió todo tipo de torturas mientras sus verdugos lo grababan en un vídeo que después compartieron en las redes sociales. La policía asegura que está estudiando esas imágenes, mientras los colectivos transexuales continúan luchando. En São Paulo -donde muchos llegan no sólo por ser la ciudad con más oportunidades del país sino por ser también de las más liberales y tolerantes- este mismo sábado se celebraba un bloco de carnaval por sus derechos. Muchos gais y transexuales llegan de otros estados con el sueño de encontrar un lugar entre tanta diversidad. Sin embargo, tampoco es fácil en la capital paulista, en donde en 2014 se cometieron el mayor número de crímenes homófobos.

Mientras plancha el pelo a una adolescente con el desparpajo que le da la práctica, Luana va contando sin pelos en la lengua por qué la mayoría de las transexuales terminan en la prostitución. «Para una ‘trans’ es más difícil encontrar trabajo, sin profesión mucho más, pero incluso con estudios es muy difícil. Tengo una amiga que trabaja en la Prefectura, pero empezó mucho antes de la transformación y sigue ahí. Pero es muy raro. Una transexual que sale a buscar empleo para vender en una tienda… es casi imposible, muy difícil. Y muchas buscan la calle por causa de eso. Y luego empiezan a vender el cuerpo, terminan drogándose y caen en un agujero». Aunque ella asegura que eso sólo le pasa a las débiles. Ella es fuerte y cuando conoció a su actual compañero salió de las calles y volvió a la peluquería, una profesión que comenzó a aprender cuando tenía 16 años en Belem de Pará, ciudad en la que nació.

Para el antropólogo y fundador de GGB, Luiz Mott, este país «tiene un lado de color rosa que es representado por los ‘Orgullo Gay’, tiene más 200 y se celebra el más grande del mundo; tiene la mayor asociación LGBT (Lesbianas, Gais, Bisexuales y Transexuales) de América Latina; aprobó el matrimonio homoafectivo; o sea, conquistó muchos avances, pero también tiene un lado de color rojo sangre, que son todos estos asesinatos».

Por Yasmina Jiménez

Fuente: elmundo.es

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