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El Papa Francisco aparta a cardenal conservador

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Siempre se sostuvo que la Iglesia católica quedó detenida en la edad media, sin embargo cuando cualquier miembro de la misma intentaba adaptarse a su tiempo era duramente castigado.

Desde la llegada del Papa Francisco llegó a Roma, los aires de cambio, parecen dejar de verse como amenazas y se va dejando de lado el manejo a través de la culpa y se va aceptando la humanidad.

Aun resuenan las palabras del Papa Francisco, cuando por julio de 2013, en el avión que lo llevaba de regreso a Roma desde Rio de Janeiro, donde se había llevado a cabo la Jornada Mundial de la Juventud; pronunció una frase que quedó grabada en los oídos de todos los que nos hemos criado en la religión católica. «Sí una persona es gay, busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿Quién soy yo para juzgarla?»

Esta frase cayó como un balde de agua fría en los sectores más conservadores de la iglesia, mientras que en otros se sintió una sensación de alivio ante tanta hipocresía vista en la iglesia de la cual eran parte.

Francisco continúo adelante con su prédica y en septiembre de este año autorizó a una pareja de divorciados y vueltos a casar por la ley civil, a tomar la comunión. Sin mencionar, la condena pública de los casos de pedofilía realizados por sacerdotes en ejercicio.

Luego de estas actitudes, que conmovieron los cimientos de la milenaria iglesia católica, el Papa llamó al Sínodo sobre la Familia y escuchó con atención la postura de los diferentes cardenales del mundo. Sin embargo, la manera en que los sectores más conservadores de la Iglesia Católica desafiaron públicamente a su santidad, provocaron la ira de éste. Y Francisco no tardó mucho en aplastar la rebelión de esos sectores.

Uno de los más críticos hacia la postura papal fue el cardenal norteaméricano Raymond Leo Burke, quien forma parte del ala más conservadora y quien criticó publicamente la política de acercamiento del Papa hacia gays y divorciados.

Es así que hoy; por orden de Francisco, el cardenal Burke debe dejar su cargo de prefecto del Supremo Tribunal de la Signatura Apostólica, el más alto de la Santa Sede y fue relegado al puesto honorífico de la Orden de Malta, que se asigna generalmente a cardenales retirados.

Las críticas de los sectores más conservadores y rancios de la Iglesia católica apuntan en su contra y lo llaman «déspota y tirano». Vientos de cambios se avecinan, aunque éstas pueden venir acompañadas de tormentas. Solo hay que esperar.

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